17 oct 2016

El diablo de los ojos verdes de Emilio Carrère

Portada de El diablo de los ojos verdes de Emilio Carrère
autor: Emilio Carrère
edición: Salto de Página (2010)
género: relatos fantásticos

cuatro estrellas

La memoria colectiva tiende a ser injusta con aquellos que fueron afines a algún régimen, independientemente del que fuese este, sin tener en cuenta los méritos logrados durante su carrera. Emilio Carrère fue un hombre de entresiglos, un bohemio empedernido, un periodista, poeta y novelista fabuloso. Nombrado cronista de la villa de Madrid allá por 1943 su nombre cayó luego en el olvido debido a sus afinidades ideológicas hasta que el renovado interés por la bohemia y por la narrativa de fantasía desenterraron su nombre. Admirador confeso de Rubén Darío y Bécquer sus inicios se decantaron por la poesía, materia en la que cosechó cierto prestigio, para explorar más tarde la senda de la prosa en forma de novelas y relatos breves; ciertamente célebres fueron los de temática fantástica y sobrenatural. La torre de los siete jorobados (1920), adaptada de forma sublime a la gran pantalla por Edgar Neville en 1944, es su obra más conocida dentro del género, pero no la única. La editorial Salto de Página ha tenido para bien recuperar en El diablo de ojos verdes y otros relatos dos de esos cuentos acompañados por diversos artículos, recortes y elucubraciones que tratan sobre lo fantástico y lo sobrenatural. Es este un perfecto ejemplo del saber hacer de Carrère, uno de los autores más grandes que ha dado nuestro país en el género de fantasía y terror. Su nombre, injustamente desterrado del olimpo patrio, ha resucitado de las arenas del tiempo gracias a esta edición para hablarnos de su tema predilecto, la decadencia espiritual, ya sea desde los bajos fondos o bien a través de los vicios más refinados.

Sinopsis

En El diablo de los ojos verdes, novelita que abre el volumen y que da nombre al mismo, somos testigos de los estragos que hacen las tentaciones demoníacas en un convento de ursulinas. Luis de Velasco, el clérigo al cargo del monasterio, es durante el día un hombre devoto y de ejemplar rectitud, pero llegada la noche su talante se transforma y se convierte en un animal guiado por sus más bajas pulsiones, entre las que destaca un insaciable apetito carnal. En la velada oscuridad, durante la hora de las brujas, es cuando se desatan los instintos más básicos, el momento en el que la lujuria se extiende cual ponzoña por los pasadizos del templo sacro hasta las celdas de las indefensas monjas. Las místicas corderas sucumben una tras otra al embrujo del diablo de ojos verdes, llegando a pelear incluso por el privilegio de ser su predilecta; tal es el poder que el íncubo ejerce sobre ellas. Ante tamaño caso de posesión la Santa Inquisición se pone manos a la obra con la intención de erradicar el mal y de reconducir al redil a las sumisas sirvientas de Dios y de la iglesia.

La rebelión de los fantoches nos presenta al escritor Martín de Sayago, un individuo que vive atemorizado por las apariciones de un hombre misterioso con la tez de color ladrillo. Un día, mientras pasea con un amigo pintor, se cruza con el susodicho y este lo saluda quitándose el sombrero de copa y haciendo una reverencia. Cuando Martín pregunta a su colega qué opina del hombre con el que se acaban de cruzar y el otro le responde que no ha visto a nadie el protagonista se vuelve chaveta. Martín se dedica entonces a deambular de noche por Madrid para evitar la negrura de la soledad y llega al Círculo de Bellas Artes. Allí escucha por casualidad la perorata del literato Virolés, un discurso que abrirá una pequeña rendija en su mente y que le permitirá recobrar parte del juicio. Será este el punto de partida para atisbar una oscura realidad que se hará patente horas más tarde, cuando la noche ya casi se desvanezca, en lo alto de un viaducto. Llegará entonces el momento de enfrentarse a sus miedos, el instante crucial para cobrar fuerzas y afrontar una historia que escapa a los límites de la realidad.

El resto de cuentos, textos y artículos aquí reunidos vieron la luz en 1919 de forma conjunta bajo el nombre de Almas, brujas y espectros grotescos. Dicha recopilación aúna anécdotas históricas (como las experiencias de la reina María Antonieta de Francia en una sesión con Franz Anton Mesmer), impresiones literarias sobre Edgar Allan Poe o bien relatos de apariciones y demás hechos sobrenaturales que emanan de la sabiduría y las tradiciones populares. Destacan entre estos la historia de Florestán, el hermoso relato de creencias y supersticiones que es La senda del santuario o el hilarante texto Del diario de un difunto, cargado de sorna y con muy mala baba espiritual.

'¡Sentí una ausencia deliciosa de todos mis sentidos,
un dulce frenesí en el que me llegaba la muerte!
¿Qué dulzura, qué fuego, qué licor embrujado fluía
de los labios de la hermana Marcela? Con un ardor pagano,
con una elasticidad faunesca, oprimí hasta la maceración
el bello cuerpo tibio y núbil y los rubíes de la violación
tiñeron los lienzos de su lecho virginal.'

Opinión

Que Emilio Carrère es una de mis debilidades es algo que no puedo (y no quiero) esconder. La fascinación por el modernista por antonomasia de Madrid, y me permito parafrasear aquí a Luis Antonio de Villena en su espléndido prólogo, surgió cuando leí La torre de los siete jorobados. En esta ocasión la candidez de su prosa me ha vuelto a embelesar: elegante y sensual, detallista y sugerente, los temas que aborda se aposentan siempre en completísimos retratos de la sociedad madrileña, aunque luego los recovecos de sus tramas viren hacia lo fantástico y lo paranormal. El realismo más oscuro. Ese es el gran don de este escritor injustamente olvidado, grande entre los grandes.

Los relatos cortos que aquí se ofrecen son posteriores a su gran novela del género fantástico. El diablo de los ojos verdes (1922) y La rebelión de los fantoches (1925) son pues obras de madurez, textos escritos cuando el autor ya era capaz de jugar sus mejores bazas. La brevedad les resta algo de potencial sobre la historia de los jorobados, pero también es cierto que los puntos de partida de ambas tramas no ofrecen, quizá, un recorrido tan largo como el de una novela. Y además no poseen ese complemento que las enaltece y las completa de forma tan perfecta como la obra cinematográfica de Edgar Neville, una película que, y soy consciente que me reitero en demasía, tenéis que visionar un día u otro.

De la misma manera que la gente se acerca a las pinacotecas para admirar las pinturas negras de Francisco de Goya es necesario visitar librerías y bibliotecas para abordar la lectura de este autor tan extravagante que fue Emilio Carrère. Ambos estilos comparten la obsesión por retratar la parte más oscura de la humanidad: el alma corrupta y banal, efímera en el fondo, que se esconde bajo el disfraz de la carne y el hueso. Y es que muchas veces realidad y fantasía no están tan alejadas entre sí, sobre todo en el Madrid de comienzos del siglo XX, cuando los seres más insospechados acechaban tras cada esquina, cuando la imaginería religiosa y la mitología más negra eran dos caras de una misma moneda. Por suerte para los lectores editoriales como Salto de Página o Valdemar se empeñan en mantener viva la oscura llama de uno de los mayores genios del género fantástico en nuestra lengua. Y que así sea por mucho tiempo.

Ficha

"El diablo de los ojos verdes y otros relatos" - Emilio Carrère
Salto de Página - Colección Cian, 2 (978-84-937181-2-1)
153 páginas

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