autor: Juan de Dios Garduño
edición: Stella Maris (2015)
edición: Stella Maris (2015)
"The Walking Dead" ha supuesto toda una revolución en el mundo televisivo por reflotar y poner en boga un género tan vilipendiado y relegado a la serie Z como el de los muertos vivientes. Hoy en día este renovado género está en boca de todos y son múltiples los productos audiovisuales y literarios que lo tienen como referente. "Y pese a todo..." (2010) no es otro ejemplo más; publicada el mismo año en que la serie vio la luz, la novela de Juan de Dios Garduño puede tener nexos con dicha serie (o con los cómics en los que esta se basa), pero creo que en su fuero interno bebe de otras fuentes más literarias, inspiradas por esos mundos devastados que han sabido plantear con maestría escritores somo Cormac McCarthy o Richard Matheson. Prefiero pensar que el enfoque inicial de Garduño se aproxima más a esta línea y que el tratamiento de personajes que busca el autor en la novela es algo más cercano al instinto de supervivencia que el deseo de enaltecer a un héroe incólume. Otra cosa es, por supuesto, el resultado final.
Sinopsis:
Los estragos de la guerra química y biológica entre dos facciones enfrentadas han dejado el planeta Tierra hecho una piltrafa y como consecuencia la población humana ha quedado mermada. Con este panorama postapocalíptico viajamos al crudo invierno de una ciudad del estado de Maine, más concretamente a los típicos suburbios de cualquier urbe norteamericana. El autor nos sitúa en un escenario fantasmagórico: casi todos su población ha huído y apenas quedan allí tres habitantes que, para más inri, son vecinos y no demasiado bien avenidos. Para ser concretos diremos que se profesan un odio visceral que hunde sus profundas raíces en hechos pasados.
Son tres los individuos protagonistas de esta historia: Peter Staublosky, un padre sobreprotector que vive con su hija Ketty, y Patrick Sthendall, un hombre con insondables heridas internas que vive con su perro. Ambas 'familias' viven en el mismo vecindario, una frente a la otra, viendo pasar los días en un clima de tensa y expectante rutina. Unos jardines rodeados de vallas y alambradas los mantienen aislados de los peligros del exterior, dando a entender que quizá no sean los únicos seres vivos que merodean por esos lares.
A partir de ahí poco más se puede contar para no desvelar la trama. Solo decir que asistiremos en un principio a sus rutinarias vidas: el mantenimiento de sus casas y de las defensas de las mismas, los viajes esporádicos a la ciudad para proveerse de víveres y demás enseres e, incluso, algún que otro momento de agradable intimidad en un mundo desolado. Pero lo que predomina en estas condiciones son, por supuesto, los demonios: tanto los interiores como los que se ocultan tras el manto de la noche. Todo permanecerá en calma hasta que algo perturbe esta paz quebradiza.
'Y pese a todo, el mundo todavía giraba. Aún había
estaciones y, por supuesto, aún había días con sus
correspondientes noches. El invierno en Maine era crudo;
en Bangor, cruel. Las horas de luz solar pasaban con la misma rapidez
con la que prende y se esfuma el papel de fumar, dando paso
a noches gélidas, cargadas de ruidos inciertos y mustios
sentimientos. Durante la estación de fríos, la vida
parecía pararse y no tener sentido.'
estaciones y, por supuesto, aún había días con sus
correspondientes noches. El invierno en Maine era crudo;
en Bangor, cruel. Las horas de luz solar pasaban con la misma rapidez
con la que prende y se esfuma el papel de fumar, dando paso
a noches gélidas, cargadas de ruidos inciertos y mustios
sentimientos. Durante la estación de fríos, la vida
parecía pararse y no tener sentido.'
Opinión:
"Y pese a todo..." es una de esas obras que se aprovecha de un espléndido escenario para convertir el paisaje en un personaje más o, por lo menos, en una presencia inquietante que interactúa con los individuos como si fuese uno de ellos. Las típicas casas de un barrio periférico, rodeadas por un bosque de coníferas y sumergidas en un invierno eterno e implacable, se convierten aquí en una perfecta metáfora de la prisión de la condición humana. No es nueva la idea de llevar a una situación límite a los seres humanos, de reducirlos a su animalidad latente, buscando atisbar un resquicio para el raciocinio y el optimismo.
Estamos ante un escenario algo simplón, aunque perfectamente plausible y nada descabellado, que da pie a un interesante punto de partida. No por estar más que sobado el tema deja de ser interesante, sobre todo cuando cuando la atención se debe centrar en unos pocos personajes. Aunque el autor les pone aquí una pesada carga, obligándolos a ser portadores de los grandes males de la humanidad, embadurnándolos así de un excesivo e impostado dramatismo. De hecho lo mejor de esta historia aparece junto con los actos cotidianos, cuando los dos hombres se olvidan de sus traumas, dejan de comportarse como psicópatas/héroes y aparece en ellos un último destello de humanidad. Suerte tienen de que la pequeña les guie en sus caminos.
Estamos pues ante una novela que se nutre de clásicos como "La carretera" o "Soy leyenda". El giro que aporta Garduño con la hecatombe climática es atractivo pero, en mi opinión, no basta para remontar una historia que flojea en el aspecto más importante: la materialización (que no la descripción) del miedo. A la hora de dar forma a nuestros terrores siempre buscamos un monstruo, algo reconocible y repulsivo sobre lo que poder verter nuestros temores más irracionales. Cuando estos no pasan de ser bichos rarunos, simples mezclas de tópicos sin identidad propia —todavía espero una explicación lógica para las dos morfologías—, la novela pierde la fuerza que la sustenta. Tampoco los traumas del pasado han logrado conmoverme pues se me antojan elementos algo erráticos, ideas interesantes por sí mismas pero sin una conexión evidente con la trama. Ni la prosa, ni los guiños al maestro Stephen King, ni la indudable buena voluntad del autor han conseguido eliminar esa sensación que me ha quedado tras leer el libro: que le falta algo, que el libro está huérfano de aquello que nos acecha en nuestro interior pero que ansiamos ver más allá de la ventisca, tomando forma mientras se acerca para desgarrar nuestro cuerpo y nuestra alma.
Ficha:
"Y pese a todo..." - Juan de Dios Garduño
Stella Maris (978-84-16128-95-2)
221 páginas
Stella Maris (978-84-16128-95-2)
221 páginas
¡Muchísimas gracias por la reseña! Tomo nota de lo bueno y de lo malo. Un saludo.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias por la reseña! Tomo nota de lo bueno y de lo malo. Un saludo.
ResponderEliminarVaya, qué gran honor que el propio autor se pase por estos lares!
ResponderEliminarAgradezco de corazón tu interés y tus palabras. He oído muy buenas palabras sobre tus obras ("El camino de las baldosas amarillas" por ejemplo) y no dudes que me embarcaré en otras lecturas. Creo que tienes muchas cosas interesantes que aportar y siempre es interesante descubrir autores nacionales con gran proyección.
Un fuerte abrazo.
@pancromatic
Suena bien. La verdad que es un tema que me apasiona, pero cierto que más en el cine. En novela por el momento solamente McCarthy me ha llenado, y supongo porque siempre anda dando vueltas a lo mismo, al "destino".
ResponderEliminarOye, una duda, ¿y por qué no ambientar en un lugar conocido por el autor, ya sea Girona o las afueras de Madrid?
Saludos.
Suena bien. La verdad que es un tema que me apasiona, pero cierto que más en el cine. En novela por el momento solamente McCarthy me ha llenado, y supongo porque siempre anda dando vueltas a lo mismo, al "destino".
ResponderEliminarOye, una duda, ¿y por qué no ambientar en un lugar conocido por el autor, ya sea Girona o las afueras de Madrid?
Buenas Rubén,
EliminarEl tema de partida y lo que plantea el autor es muy atractivo. Ciertamente es casi imposible llegar a hacer algo como lo de McCarthy, pero Garduño aporta elementos que están bien gracias a dos individuos que parecen casi polos opuestos. Es un libro corto, se lee rápido y merece la pena si tienes un hueco.
La duda que te surge, me temo, te la debería contestar él.
Un abrazo.
@pancromatic
Bueno, simplemente fue un homenaje a Stephen King el situar la novela en Bangor. He escrito otras novelas y relatos ambientados en España (El camino de baldosas amarillas). De todos modos, no estoy muy de acuerdo con eso de que el autor tenga que ambientar sus historias en lugares conocidos o visitados, de ser así, no existirían muchas grandes obras. Abrazos.
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