11 mar 2013

Solaris


de Stanislav Lem

El encuentro con vida alienígena es uno de los paradigmas clásicos de la ciencia-ficción. En sus múltiples representaciones literarias el contacto se suele dar con relativo éxito y con seres más o menos estereotipados. Ya sean individuos de rasgos humanoides o bien especímenes con similitudes a organismos pre-existentes (la clase de los insectos, por poner un ejemplo, es un auténtico filón), los entes con los que se toma contacto son claramente reconocibles por el lector. El éxito reside normalmente en la habilidad del narrador para crear una morfología detallada que, con mayor o menor rigor científico, resulte atractiva y sorprendente para el lector. Pero la novela de Stanislav Lem va mucho más allá de todo ello, trascendiendo la realidad conocida.

Solaris es un planeta con un sistema binario de estrellas y cubierto en su mayor parte por una especie de mar primigenio. Tras su descubrimiento se realizaron diversas expediciones de exploración y finalmente se decidió construir una estación orbital que actuase como plataforma de observación científica. Transcurrido más de un siglo de investigaciones se ha corroborado que el océano es en si un sistema protoplasmático y que es capaz de responder a estímulos externos; los estudios parecen concluir que se trata de un organismo inteligente (no exento de cierta consciencia) pero no hay unanimidad sobre el tipo de inteligencia con el que se está tratando pues los ensayos realizados han aportado resultados poco significativos.

"La Estación es un disco de cien metros de radio; hay cuatro niveles en el centro y dos niveles en el contorno; gravitadores encargados de compensar las fuerzas de atracción la mantienen a una altura de entre quinientos y mil metros por encima del océano."

Nos encontramos pues ante el contacto fallido con una inteligencia alienígena. No se ha podido determinar ningún patrón de conducta por parte del ente y además dicha relación parece ser unidireccional, pues es el océano el que influye sobre los investigadores a pesar de que estos buscan con ahínco una reacción inversa. El autor pretende, además, inculcarnos unos roles (investigador / sujeto de la investigación) que quizás no sean los que parecen a simple vista.

La lectura de la novela es árdua y se aleja de los parámetros más habituales del género. Recalcar que el lector encontrará en sus páginas poca acción. Si bien a los protagonistas les suceden cosas en la estación de observación, la mayoría de la información del relato se extrae de los textos y anotaciones científicas que el protagonista (Kris Kelvin) recupera de la biblioteca de la base espacial. Toda esta ingente cantidad de información, centrada sobretodo en muy detalladas descripciones de los fenómenos que se reproducen en la superficie del mar primigenio, aporta un contexto hiper-realista que nos ayuda a imaginar la morfología del planeta Solaris.

El autor propone aquí que sea el lector quien dilucide, en base a sus propias interpretaciones, como la fisiología del gran organismo protoplasmático que es el planeta interacciona con la mente de sus visitantes. Porque 'Solaris' es una novela que trata sobretodo de la psique y del poder de los sentimientos, de como estos pueden actuar sobre la mente alterando el natural raciocinio de la misma en pro de comportamientos más irracionales, pero no por ello menos humanos.

"Durante algún tiempo prevaleció la opinión de que el océano pensante de Solaris era un cerebro gigantesco, prodigiosamente desarrollado, que le llevaba varios siglos de ventaja a nuestra propia civilización."

La presencia de unos extraños visitantes será la que marcará la vida a bordo de la plataforma espacial. Kelvin, Snaut y Sartorius deberán librar una lucha contra si mismos que les permita mantener la cordura en tanto intentan delimitar cuales son los límites de la realidad. La influencia de Solaris será omnipresente, aún cuando los mamparos se cierren y la estación quede aislada. Nada ni nadie impedirá que los visitantes se introduzcan libremente en los camarotes de los tres científicos para prolongar su tormento y desesperación. La bella e indómita Harey será la particular desazón de Kris.

Nos encontramos ante uno de los grandes relatos de la ciencia-ficción por méritos propios: por su novedosa trama, por su elaboradísma factura o por su desconcertante final. Es una obra que entusiasma o que abruma a partes iguales (aburrir me parecía un verbo demasiado inapropiado), pero si algo es cierto es que no deja indiferente. Todo aquel que logra sumergirse en el tormentoso océano de Solaris queda marcado por esta brillante novela, que tuvo su contrapunto en la versión cinematográfica realizada en 1972 por el genial Andrei Tarkovsky.

9/10

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