de Juan Francisco Ferrándiz
La acción nos traslada a las postrimerías del siglo X, una fecha que pronostica cambios y sobre la que planean múltiples profecías: está por ver si el nuevo milenio traerá consigo la luz o bien el caos. En los bellos parajes de Irlanda encontramos a Brian de Liébana, un monje que viaja de incógnito transportando una misteriosa carga que algunos anhelan. El destino de su peregrinación son las ruinas de la antigua fortaleza del clan O'Brien, entre las que se incluyen los muros derruidos de un monasterio olvidado. Su misión: llevar a cabo su reconstrucción y devolver la gloria a la congregación de San Columbano.
Las ruinas están rodeadas de inmensos acantilados que asoman al mar, costas agrestes que han visto llegar en sucesivas oleadas a los temibles vikingos. Antiguos símbolos se esparcen por doquier en honor a los viejos mitos celtas, ocultos a veces en el corazón del bosque. Esta remota zona de la isla esmeralda supone una encrucijada donde la ambición del hombre, la magia y la superstición intentarán doblegar la labor y la fe del prelado Brian. La trama se resume, como en muchas otras obras, a la lucha entre el bien y el mal, pero está adornada de forma brillante con paisajes sugerentes y ricos en detalles, así como un reparto coral de personajes donde destacan con luz propia algunos roles complejos y muy bien elaborados.
La narración se inicia de forma acertada con el soliloquio de un pobre viejo que explica poco y esconde mucho. Él nos introduce de lleno en una historia a lo largo de la cual conoceremos mejor a Brian y a sus compañeros de viaje, a la par que iremos resolviendo enigmas que se nos plantean. ¿Existe realmente la biblioteca de Patrick O'Brien? ¿Qué es el espíritu de Casiodoro? ¿Quién es en realidad Vlad Radú? Gracias a todas estas respuestas el lector irá tejiendo un entramado literario que seguro disfrutará pues Ferrándiz consigue narrarlo con pulso ameno y emocionante.
El ritmo de la novela es bueno hasta un cierto punto. En algunos pasajes el relato se ralentiza en exceso a causa de detalles que, si bien pueden ser interesantes, el lector no ansía conocer, pues existen otras tramas argumentales que centran nuestra atención. Es en el desarrollo de algunas historias paralelas donde el libro flojea de forma evidente, pues el autor prefiere no explotar plenamente su potencial y dejar abiertas las puertas a una obra de continuación donde aclarar muchos puntos oscuros. Es por ello que personajes con una aura de innegable atracción como Vlad Radú se nos antojan cojos de protagonismo y desarrollo en esta aventura. Algo así como un 'coitus interruptus' literario que hace que uno acabe de leer la última página con una vaga sensación de que le han timado, que deberá esperar al próximo libro para cerrar completamente capítulos que se nos antojan de los más entretenidos que hemos leído últimamente.
Kells, parte importante de esta historia y cuna de hermosas obras. |
Definir esta obra puede parecer trivial pero no lo es: con reminiscencias oscuras a 'El nombre de la rosa' y destellos luminosos como en 'The book of Kells', sus páginas están repletas de personajes misteriosos (monjes guerreros, druidas, 'strigoi',...) y llenos de atractivo. Misterio, terror y aventuras, todo ello bien agitado en coctelera y servido con elegancia por Ferrándiz gracias a una prosa fluida y muy acurada hacen de 'Las horas oscuras' una excelente elección para el menú veraniego. Ideal para leer a la sombra tumbado en una hamaca, alejado de la sombría y lluviosa Irlanda donde abundan terrores ancestrales y mitos que aún perviven en los más profundo de sus tupidos y arcanos bosques.
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