4 abr 2016

El santo de César Aira

Portada de El santo de César Aira
autor: César Aira
edición: Random House (2015)

tres estrellas

Hasta hace muy poco César Aira era un completo desconocido para mí. Fue a través de un artículo sobre Samanta Schweblin que me fueron revelados los candidatos al premio de la bienal Mario Vargas Llosa, entre los que estaban la propia Schweblin (con su novela Distancia de rescate) y el argentino César Aira (con la obra que nos ocupa). Semanas más tarde, realizando arqueología entre las novedades de la biblioteca, un título me llamó la atención: El santo, de un tal César Aira. Tras rebuscar en mi memoria y atar cabos no dudé en llevarme el ejemplar a casa. Descubrir a Aira ha sido todo un lujo: he encontrado en él a un escritor de elevada prosa, hermosa y acurada, un autor más de sensaciones que de descripciones. Todo ello se ve reflejado en esta novela breve, una historia poco convencional que tiene su origen en un acontecimiento sorprendente y que nos presenta lugares (y sentimientos) de lo más inesperados.

Sinopsis:

En un retirado monasterio catalán del medioevo encontramos a un monje. Su prestigio es de sobra conocido en los pueblos circundantes y atrae a gente desde los lugares más remotos seducidos por los prodigios que pregona el boca a boca. Es un santo en vida, reconocido sanador y obrador de milagros. Gracias a su estatus es mucha la gente que acude a la abadía en busca de su consejo y/o curación, un flujo de peregrinos que tiene una elevada repercusión monetaria en una tierra que ha abandonado las artes tradicionales (la siembra, la artesanía o la cría del ganado) en favor de un negocio más lucrativo: el turismo.

Las proezas del religioso continúan pero los años no pasan en balde. Sobrepasada ya la frontera de la vejez, y presintiendo quizá que la guadaña acecha, el viejo comunica al abad su decisión de viajar a su tierra natal, Italia, para morir y ser enterrado allí. El monasterio y la propia ciudad auguran con su marcha un declive económico y el consiguiente marchitarse de un esplendor fundamentado en el único bien del territorio: el santo. Por ello intentan convencerle para que se quede, disuadirlo de sus planes, pero ante la negativa rotunda del monje acaban urdiendo un siniestro plan para retener lo que consideran una lícita posesión espiritual.

Una noche la providencia guía los actos del religioso y este consigue eludir por poco el funesto ardid. Este momento supone un punto de inflexión en su plácida y poco ajetreada existencia. A partir de entonces conocerá mundo y gente y disfrutará de diversas aventuras dignas de ser cantadas: se enrolará en una falúa de pescadores griegos, será apresado por piratas turcos de exquisitos ropajes y fantasiosos sombreros y más tarde será vendido a un tratante de esclavos para acabar en casa de un curioso mercader. Incluso llegará a conocerá a la regente de un fabuloso reino africano. Estas experiencias asombrosas son las que relata la novela. Veremos como el viejo sale más o menos indemne de todas ellas gracias a su carácter afable y su propensión al diálogo, un talante que le granjeará no pocas amistades y que le abrirá muchos corazones.

'Se decía que el niño que constituía su nexo con el mundo
en realidad era un autómata, que usaba como lubricante
la sangre de las víctimas del Cobalto. Esa clase de leyendas
era característica de los seres nocturnos, en una era
de la civilización en que lo nocturno estaba fuertemente
influenciado por la oscuridad. Él obraba cuando todos dormían,
lo que en una imperceptible torsión gramatical
podía significar que su obra era el sueño.'

Opinión:

Este libro requiere una entrega total por parte del lector; solo así se puede apreciar su pleno esplendor y captar todos los matices que nos ofrece. El autor no se dedica tan solo a describir y a exponer sino que plantea numerosas cuestiones filosóficas, buscando interactuar con el lector o por lo menos generarle dudas. Aira es amigo de la forma pero sobre todo del contenido: nada es banal en la cadencia exquisita de su prosa. Además al autor le bastan unos pocos personajes muy bien dibujados (sirvan de ejemplo Abdul Malik o Poliana) para vertebrar esta trama repleta de poesía y de parajes exóticos.

Tras los lances marítimos del monje llegamos al continente africano y un servidor, ávido de acción, hizo sus cábalas y se imaginaba ya una especie de León el africano repleto de aventuras. Pero El santo no discurre por esos derroteros. De hecho su transcurso es pausado y se concentra en un breve espacio de tiempo, aunque la prosa de Aira nos haga creer lo contrario. Y es que el escritor argentino tiene ese don, el de trasladarnos a lugares encantados donde el tiempo se dilata y las sensaciones se acrecientan.

Estamos ante un brillante ejercicio de ilusionismo cimentado en una escritura preciosista, elegante y muy efectiva. El santo es una obra que condensa mucho en muy poco. Un servidor, lo reconozco, esperaba otra cosa, influenciado en parte por un inicio que apuntaba hacia una novela casi de género. A pesar de ello la época histórica que trata, el oscuro y tenebroso medievo, es un reclamo más que suficiente para embarcarse en este acto de fe que narra las vicisitudes de un hombre que se convirtió en santo y que vivió subyugado por sus propios milagros hasta que decidió actuar pensando en sí mismo.

Ficha:

El santo - César Aira
Literatura Random House (978-84-397-3038-5)
141 páginas

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